HOLA, SOMOS
BORJA Y PABLO
BORJA
Los que me conocéis sabéis que echo mucho tiempo pegado a la
pantalla, pero en este caso no hablo de la del ordenador o la de la
cámara, que forman parte de mi trabajo; me refiero a la televisión,
a la que sigo siendo fiel. Fui un guaje muy feliz gracias, entre otras
cosas, a esa tele llena de aventuras, de programas infantiles que
enseñaban a comprender la vida y a compartirla con los demás de
manera sana, creativa y divertida. ¡Qué más se puede pedir!
También me gustaba el cine. Sentir vértigo subido a una nave de
la Resistencia en Star Wars; notar cómo me faltaba el aire
corriendo delante del velociraptor en Jurassic Park...
Pues sigo igual. Confieso ser un “milenial puro”, amante de los 90,
que la goza recuperando sonidos e imágenes de aquellos años, y
que, ante todo, disfruta al hablar de ello con la familia y con los
amigos, para mí, lo más importante de todo. Prueba de ello es que
adoro la Navidad, sí, porque la Navidad huele a hogar, a
achuchones, a sonrisas que reflejan luces de colores, a cariño y a
ese arroz con leche que no puede faltar.
También podéis encontrarme dándole a la bici, recorriendo
pueblines de esta tierra asturiana que tanta felicidad me regala.
PABLO
Nací pocos días después de que Nintendo lanzara su primer
videojuego de Súper Mario Bros. Una señal, sin duda. Luego llegaron las
primeras películas que vi en el cine: Colmillo Blanco y Regreso al Futuro, las dos muy diferentes, pero tanto una como la otra me introdujeron la ilusión por contar utilizando una cámara. Y ahí me veis, con nueve años, grabando vídeos caseros con la Sony 380 de mi padre. Eso sí, siempre moría alguien; siempre presente la salsa de tomate.
No necesito grandes faenas para sentirme bien: comer pizza de vez en
cuando, tomar unos mojitos en el Rincón Cubano, practicar la escalada en un rocódromo… Algo que me entusiasma es recorrer los pueblos costeros asturianos y pisar la arena de sus playas.
¡Ah!, y celebrar la fiesta de Reyes con mi familia. Eso sí que es sagrado.
Para terminar, como dice Bruce Springsteen en Thunder Road, mi canción favorita:
“Conseguí esta guitarra y aprendí cómo hacerla hablar”.
sustituyendo, claro está, la guitarra por una cámara con la que disfruto
muchísimo trabajando.